Es lunes por la mañana, y poco a poco un ruido se hace más y más presente en tu cabeza y te arrastra hacia la consciencia desde ese cómodo espacio de relajación mental en el que te encuentras, y si, aunque no quieres reconocerlo, ya sabes que significa ese ruidito… es hora de levantarse y comenzar tu semana, tu rutina, tus emails, tus reuniones, ver a tu jefe… puff… ¿seguro que no se puede apagar el despertador y seguir durmiendo?

posiblePues no, aunque para muchos suponga una agonía volver a su puesto de trabajo, no queda otra y tenemos que luchar contra todas esas nubes negras mentales que aparecen en nuestra cabeza.

Son muchos los que sufren o sufrimos el síndrome del lunes por la mañana, incluso para justificar nuestro estado mental y físico utilizamos la expresión “estoy de lunes” que deberá entrar dentro de poco en la RAE aunque sólo sea por su alta utilización.

Independientemente de que no nos guste madrugar o que el ritmo que hemos llevado durante el fin de semana se rompa con la vuelta “al cole”, gran parte de esta apatía de los lunes, y que en algunos casos se puede hacer patente al resto de la semana está directamente vinculada con la falta de motivación con la que acudimos en muchos casos a nuestros puestos de trabajo.

Parece que el ir a trabajar es algo que se ha convertido en un mal necesario con el que poder hacer frente a los gastos que asumimos en nuestras vidas. Cuándo nos planteamos ¿Qué nos motiva? O ¿Por qué no nos motiva nuestro trabajo?, en la mayoría de los casos planteamos elementos exógenos (son otros los que nos los tienen que proporcionar) y entre los más repetidos se encuentran:

  • La falta de oportunidades profesionales.
  • La injusticia en mi retribución (suele ser un elemento comparativo con otros).
  • Mi entorno (Mi jefe o mis compañeros).
  • Mis responsabilidades son limitadas o repetitivas.
  • Falta de comunicación por parte de la empresa (No me entero de lo que pasa)
  • No me dan formación o invierten en mi desarrollo.

Estoy convencido que un porcentaje de las quejas que generan esta desmotivación están justificadas y son reales, pero también soy consciente de que en muchos otros casos los causantes de la falta de motivación no están en el exterior sino en el interior de los propios desmotivados.

Es muy complicado que nadie pueda hacer algo por motivar a alguien que ya viene de casa desmotivado. No puedes delegar en otros, algo tan importante en tu día a día como es tu motivación.

Hace unas semanas, un domingo por la noche, vi un documental del periodista Jon Sistiaga, llamado “Caminando entre Bombas” y que se centraba en la gran cantidad de bombas que existen en Afganistán y que han costado la vida a una gran cantidad de personas después de la guerra.

Parte del documental se centraba en la labor de soldados cuya misión era desactivar bombas de las carreteras, y me llamó la atención la historia de la Sargento Kendall, una de las responsables de los soldados destinados en el campamento de desactivación de bombas en Afganistán.

Ya sé que las comparaciones pueden ser odiosas, pero a veces puede dar perspectiva ver otra realidad tan alejada de la tuya y poder reflexionar y entender algunos aspectos en los que no has caído sólo utilizando tu propio paradigma.

En el caso de la Sargento Kendall, me llamo la atención como podía alguien querer hacer un trabajo en el que a cualquier hora del día o de la noche, te suena el “despertador” y lo que te espera no es una reunión o un jefe más o menos simpático, sino simple y llanamente, una bomba que tienes que desactivar, y para ello te juegas la vida.

Jon Sistiaga trataba de indagar en la motivación de estos soldados para estar desactivando bombas y jugándose la vida a miles de kilómetros de su país, en un ambiente totalmente hostil y en el que cualquier mínimo fallo o falta de atención podría significar la muerte.

Es curioso como alguien puede buscar la motivación realizando tareas que para la inmensa mayoría sería una gran carga, y no sólo me refiero al caso extremo de la Sargento Kendall sino en muchos otros mucho más cercanos a nuestra realidad, en los que nosotros podemos ver la gran diferencia de actitud que posee alguien cuando en vez de tratar de buscar elementos externos para justificar el “estar de lunes” trata de destacar y cumplir con sus tareas de la mejor de las maneras.

Para mí, gran parte de la solución al sentirnos apáticos cuando nos levantamos los lunes por las mañanas se encuentra en intentar buscar en nosotros mismos la motivación para saltar de la cama y no perder energías en justificar que es mejor seguir en la cama.

Después de ver el documental, ese lunes por la mañana cuando sonó mi despertador y la apatía se quería adueñar de mi cabeza y mi cuerpo, yo me acorde de la Sargento Kendall, alguien que se dedica a desactivar bombas en Afganistán puede hacer su trabajo porque es lo que tiene que hacer sin otro elemento motivador que la propia realización de sus responsabilidades, y no me sentí capaz de seguir buscando excusas en mi actitud.

Desde entonces siempre que mi subconsciente trata de buscar excusas para justificar mi pereza o mi falta posiblede motivación ante mis responsabilidades, pienso en Kendall y me AUTOMOTIVO.

Eso no quiere decir que como dice Emilio Duró, a partir de ahora sea “un tonto motivado” y tampoco quiero restar razón a los que tienen elementos en sus organizaciones que puedan ser mejorables, lo que sí que quiero decir es que incluso en esas situaciones nosotros tenemos gran parte de responsabilidad y podemos decidir qué porcentaje de importancia tienen estos elementos externos sobre los que posiblemente yo no pueda actuar, y cuál es el porcentaje sobre el que mi actitud sí que tiene influencia.

Os recomiendo que reflexiones sobre nuestro propio papel con respecto a nuestra propia motivación, y si sois gestores de personas, que hagáis extensible esa reflexión hacía vuestros equipos.

“Tanto si crees que puedes como si no, tienes razón”: Henry Ford