¿Por qué nos pasamos gran parte de nuestra vida hablando e interaccionando con otros y nos cuesta tanto hablar en público?

La verdad es que hay una gran cantidad de teorías para explicar este hándicap que sufrimos la gran mayoría de las personas, entre las que destacan, nuestra educación, nuestra cultura, nuestro valores sociales… sea por lo que sea… el hecho es que cuando por obligación nos “toca” ponernos delante de un grupo de personas para contar, exponer o dar algún tipo de formación la mayor parte pasan un mal rato, y sólo unos pocos disfrutan del momento.

Podríamos pensar que las habilidades para comunicarse en público, son innatas y que hay personas que simplemente tienen este gran don desde que nacen, pero esta visión sería totalmente parcial e incorrecta, ya que al igual que todos tenemos la habilidad de poder transmitir y comunicarnos con nuestros compañeros, jefes, equipos, o nuestros amigos, conocidos o familiares ¿Por qué no vamos a poder a hacer esto mismo pero ante un público más amplio?

Hay fundamentalmente dos cosas que nos ayudarán a mejorar en nuestras intervenciones públicas:

  • Practicar, practicar y practicar, es normal que no tengamos desarrolladas las habilidades necesarias para ser grandes ponentes u oradores, cuando apenas practicamos, y como en todos los ámbitos de la vida, la práctica es la que nos llevará a la excelencia o al menos a tener unos grandes resultados.
  • Aprender de los grandes, conocer cómo se expresan, se mueven, interactúan con el público los que para nosotros son grandes oradores, y replicar lo que aprendamos de ellos, ojo no consiste en ser una mala copia, sino en utilizar recursos que nos parezcan interesantes y adaptarlos a nuestro estilo, discursos y sobretodo “a nuestro público”.

Nuestro objetivo a la hora de dar una conferencia, hacer una presentación, exponer los beneficios de un producto o servicio o dar una formación, no se debe centrar en “informar” o “formar” sino que tenemos que conseguir“influir” a nuestro público, o lo que es lo mismo “generar un cambio gracias nuestra intervención”.

Todos tenemos en la memoria determinadas intervenciones en los que sus ponentes han pasado a la historia tanto por sus mensajes como por su forma de hacérnoslos llegar. ¿Quién no se acuerda del discurso de investidura de Obama, del “I have a dream” de Martin Luter King o de Steve Jobs y su discurso en la universidad de Stanford?

¿Y cómo han conseguido estos discursos y sus ponentes llegar a quedarse grabados en la mente de millones de personas? Pues porque han conseguido “seducirnos” y por lo tanto “influenciarnos”.

Según Mónica Pérez, para que un discurso pueda generar influencia en el público al que se dirige tendrá que cumplir con las 3 característicasNaturalidad, Humildad y Corazón